Quizá os resulte familiar la siguiente situación: en un Colegio Notarial, el Decano convoca a sus colegiados a una junta informativa para tratar algún reciente revés sufrido por la corporación: por ejemplo, se aprueba una nueva rebaja arancelaria, o se produce una nueva merma competencial, o se nos imponen nuevos deberes de colaboración con la administración, que suponen una súbita y considerable sobrecarga de trabajo y son cada vez más ajenos a nuestra función.
El Decano realiza las consabidas invocaciones a la fuerza mayor y al daño cesante («no se pudo evitar», «pudo ser peor»); advierte de lo poderosos que son los registradores, y de que en este momento crítico hay que mostrar una unidad sin fisuras; o pretende que el Indice Unico «será nuestra salvación». Pese a la natural tendencia al conformismo y la aversión a la crispación que suele darse en este tipo de juntas, el malestar causado por la medida en cuestión, y el que ya llueva sobre mojado, hace que se escuchen algunas voces discrepantes, a las que el Decano y sus afines contestan con una vehemencia un tanto fuera de lugar, que no deja de causar a su vez rechazo.
Y cuando la tensión empieza a ser palpable, se levanta un notario ya próximo a la jubilación, con cuidada barba blanca, que goza de un cierto prestigio entre sus compañeros, por ser o haber sido preparador de opositores, o por haber dirigido durante años el centro de estudios del Colegio. Se hace un silencio respetuoso, y desde la elevación que le dan su senectud y su prestigio, el notario recuerda a los reunidos que esta profesión siempre está a punto de acabarse, pero nunca se acaba, y rememora aquel día del año 1977 en que fueron convocados con urgencia por el entonces Decano porque salía ya la norma que aprobaba nuestra funcionarización, y al final ya veis, no ocurrió nada. Vamos, que la institución notarial es muy sufrida y lo aguanta todo, y aquí haya paz y después gloria.
Concedamos que no es probable que los notarios vayamos a desaparecer de la noche a la mañana barridos por un plumazo del legislador. Es conocida la frase según la cual tres palabras del legislador pueden convertir bibliotecas enteras en basura. Y si no puede hacer lo mismo con la función notarial (al menos, no con tres palabras) es por nuestro arraigo social; del mismo modo que cambiar el sentido de la circulación vial y ponernos a todos a conducir por la izquierda teóricamente sólo requiere modificar el artículo 13 del Real Decreto Legislativo 339/1990, de 2 de marzo, pero evidentemente ello no es así, por el coste, los problemas y el incremento de la siniestralidad que supondría aplicar tal medida (amen de su discutible necesidad).
Pero de ahí a que nos conformemos o resignemos hay un trecho. Porque durante los últimos quince años venimos asistiendo a una deriva de nuestra función marcada por su progresiva erosión, desvirtuación y desprestigio. Que ello sea el signo de los tiempos no obsta a que no estemos acertando a dar una respuesta adecuada, ni frente a los poderes públicos, ni frente a otros colectivos profesionales y agentes económicos, ni a nuestras propias disfunciones y problemas internos. Nos limitamos a fiarlo todo a una obsequiosa colaboración con la Administración en las más variopintas tareas y a alimentar nuestras bases de datos.
Pues bien, sin que ello suponga alinearme con ese senecto y respetado compañero, y sin que se entienda que la permanencia de nuestros problemas es la prueba de su inocuidad, lo que en absoluto pretendo, quiero hablar aquí de un libro que ha caído en mis manos hace unos días. Se trata de El Problema Profesional en la Nueva España, del notario Luis Gómez-Morán. El libro está editado en 1938, en plena Guerra Civil («¿Se puede en estos momentos históricos entretener tu atención, absorta y en suspenso por las cuestiones guerreras, con problemas de índole tan secundaria como los que me propongo plantearte?»), y examina los problemas del notariado de la época, los años veinte y treinta, en que había venido ejerciendo el autor.
Gómez-Morán se ocupa de cuestiones muy diversas: de la oposición, prueba que considera dependiente en exceso del azar, los nervios y la memoria, y que propone sustituir por una carrera notarial posterior a la de derecho, en una escuela de estudios superiores; del entonces vigente sistema de congruas, jubilaciones y pensiones; de la presencia de testigos en los instrumentos públicos, cuya supresión reclama; de la necesaria reforma del arancel; o de los problemas que plantea la competencia entre notarios, respecto de lo que propone ampliar las bases del turno de reparto de documentos y los criterios de competencia territorial.
Extraigo a continuación algunos pasajes del libro, cuya vigencia no deja de resultar llamativa.
«Artículos insertos en revistas profesionales; asambleas celebradas; comisiones constituidas; todo ello estéril hasta el momento actual, acredita un estado de impaciencia, de descontento y deseo de renovación dentro del notariado, que ha venido eludiéndose hasta el momento actual, pero que es imprescindible acometer y resolver para satisfacción interior de un cuerpo que siendo, quizás, uno de los más prestigiosos de nuestro Estado, amenaza con su descomposición si no se acude con rapidez de actuación y con energía de procedimientos a resolver los problemas que tiene pendientes».
«Porque debes saber que los temas que presento a tu consideración han sido ya muchas veces objeto de estudio, de meditación y hasta de forcejeo por parte del notariado, dividido en esta materia en dos tendencias difícilmente reconciliables: la del dolce far niente, que se deja mecer lánguidamente por la comodidad del no hacer nada y no preocuparse por nada; y la de (aquellos con) ansias, siempre renovadas, de lograr una organización más justa».
«La retribución equitativa del notariado exige, necesariamente, una revisión del Arancel o tarifas vigentes. Con sólo recordar que el Arancel tiene fecha de 6 de septiembre de 1885, esta fecha proclama que debió constituir un acto de prodigalidad del legislador de aquel entonces, o necesariamente tiene que ser inadaptable al encarecimiento de la vida en la época actual» (citando la conferencia de Mateo Azpeitia pronunciada en el Colegio Notarial de Burgos en 1930).
«No negamos que hay un reducido número de privilegiados para quienes por la fecundidad de sus ingresos no exista el problema (de la actualización del Arancel), o carezca de importancia su solución. Pero bien se dice que la excepción confirma la regla general, y la existencia de aquellos primates del notariado no excluye, antes bien prueba, la de una gran masa de fedatarios que han de vivir, y ahora más que nunca, en lucha desigual, y en ocasiones desesperada, contra las circunstancias hostiles en que desenvuelven sus funciones públicas. Seguramente la visión de esos privilegiados de la carrera, y la humana tendencia a generalizar todas las cosas espectaculares, ha llevado al ánimo público la opinión que se tiene respecto a la prosperidad del notariado».
«La falta de decoro de un grupo de malos compañeros ha convertido en comercio el ministerio de la profesión. Y tanta culpa como al notariado incumbe en este sentido a las Juntas Directivas de los Colegios, verdaderos fisiócratas de profesión, para quienes todo marcha bien en cuanto no se les interrumpa la languidez del sueño que descabezan en las poltronas de sus cargos».
«Aún los mismos héroes de la profesión, los que todavía no han prevaricado, están a punto de desfallecer, viendo cómo la intriga y la impureza de procedimientos triunfan sobre la corrección y la lealtad de conducta».
«A depurar la carrera de parásitos debemos contribuir todos, como una medida de higiene indispensable para airear y solear nuestro ambiente y para recuperar un prestigio cada día más en crisis».
El autor alude en varias ocasiones a la figura del zurupeto, término en el que comprende no solo al intruso en la profesión notarial, según su acepción habitual, sino también al «intermediario, que dirige al cliente al despacho del notario… constituyéndose desde el principio en árbitro de la función notarial, por cuanto es él quien da o quita, según sus simpatías y el capricho de su voluntad». Obviamente, este zurupeto galdosiano ha quedado hoy ampliamente superado, como proveedor de documentación a los despachos notariales, por las entidades financieras. Léanse los siguientes párrafos sustituyendo la figura del zurupeto por la del bancario:
«Al igual que no existe gran hombre para su ayuda de cámara, tampoco existen prestigios, solemnidades, misiones augustas para el zurupeto que trabaja a la sombra de la notaría, que está enterado de sus flaquezas, que especula con sus miserias y sabe que por debajo de todo el aparto externo, se oculta la codicia».
«La diferencia en el volumen de la contratación que se advierte entre fedatarios de la misma localidad, todos ellos, sin embargo, dotados de una competencia e idoneidad iguales, proceden de causas muchas veces ajenas a la profesión, y a las que no es extraño del todo el zurupetismo. Todo ello rebaja el nivel moral del notariado; encarece la vida contractual, por la interposición de mercaderes que han de vivir necesariamente del cliente; y enciende la guerra civil entre los que, debiendo tratarse como compañeros, alientan entre sí la rivalidad, mejor aún, el odio más irreconciliable».
Y finalmente: «la función (notarial) es algo más que un medio de ganarse la vida y aún de hacer dinero: es también, y muy fundamentalmente, un ministerio, con su autoridad, con su prestigio, con su crédito público, que no nos pertenecen, que nos han sido entregados en depósito y que hemos de devolver tan incólumes, tan íntegros, como en su día se nos confiaron». Pues eso. Dejemos para nuestros sucesores algo más que bases de datos.
12 agosto, 2014 - 11:47
Totalmente de acuerdo Fernando, pero, además de desesperarnos, hoy, 12 de agosto de 2014: ¿Que podemos -con algún realismo- hacer, para ser algo distinto de la suma de creadores y responsables de una base de datos (todos), tipos con cierta autoridad (sólo cuando conviene) y algún prestigio (unos más que otros)? ….porque lo de ser «un medio de ganarse la vida y aún de hacer dinero», -que parece bastante digno y que ya nos conformaría- …quizas ocurriese en 1930, pero hoy, …, no lo veo…y a este paso, a nuestros sucesores, a quienes no les podremos dejar ni siquiera bases de datos (que podrían tener cierto valor, según parece) porque no son de nuestra propiedad, efectivamente lo ùnico que vamos a poder legarles, y eso en el caso de heroes, habitualmente anónimos, es algun pasado prestigio, porque otra cosa….
En fin, gracias por una pàgina extraordinaria, y necesaria, que nos ayuda a varios miles de notarios, a sentirse menos solos.
12 agosto, 2014 - 19:19
La referencia a las entidades financieras como zurupetos me parece especialmente apropiada. La gran diferencia respecto de épocas pasadas es que el zurupeto tiene una cierta legitimación en cuanto su actuación ha llegado a venir derivada de convenios firmados con las cúpulas notariales, como es el sistema de e-notario ideado para la tramitacion de prestamos hipotecarios de bbva. Con toda mi ingenuidad, hace unos años hice el «complicado curso» de habilitación. Una vez superadas las pruebas topé con la realidad, pues fui subiendo escalones en el poder de decision de la entidad, y al final logré obtener la respuesta que andaba buscando. Es que fulanito (el notario de referencia) es muy buen cliente nuestro. La última persona de la que tengo noticia que ha sido habilitada ha tenido como mérito que su madre ha efectuado unas imposiciones a plazo en la entidad.
Como se lucha frente a esto?. Pues con todas nuestras armas, incluidas las judiciales. Hasta donde yo se, no ha sido derogado el articulo 40 del RD 6/2000 que decía algo así como que el incumplimiento de la libre eleccion de notario, gestoria, y sociedad de tasacion podria ser sancionado con arreglo a ley de disciplina e intervencion de entidades de crédito. Quizas haya que utilizar estas vías.
Respecto de la prevaricacion de la que habla Fernando, creo que se da, en la interpretación que se ha hecho por parte de algunos colegios (al menos al que pertenezco) de lo que son las facultades discrecionales. Estas son un medio de ajustar las decisiones a los principios que rigen una determinada materia, no para saltarse los principios a la torera, porque si se actúa de esa manera estamos en el campo de la arbitrariedad y de aquí a la prevaricación el paso es muy fàcil.
Reitero mi felicitacion a los compañeros que hacen posible esta pàgina.
13 agosto, 2014 - 12:41
Luis,
La “habilitación” o la “homologación” de notarios por las entidades financieras son efectivamente una afrenta para el cuerpo y una degradación de nuestra función que, para muchos, no ha sido suficientemente combatida por nuestros órganos corporativos. Como dices, incluso la han legitimado, habiendo habilitado una plataforma, pagada por todos, de la que solo se beneficiaban los elegidos. Si bien es cierto que el Pleno, en sesión plenaria de 26 de abril de este año 2014 acordó no renovar el convenio de colaboración suscrito con el BBVA para la colaboración en operaciones de préstamo hipotecario, aunque lo hace sin descartar la posibilidad de negociación de un nuevo convenio con la entidad financiera. ¿Cuáles fueron las causas de la decisión de no renovar?¿ Y a qué se subordinará la celebración de un nuevo convenio?. No lo sé, pues no se explica, aunque no parece aventurado suponer que la causa fuera el rechazo a tan perverso sistema. Bien por el Consejo, aunque parece que ha tardado un poco.
Este tipo de acuerdos implican una perversión de nuestra función. Suponen un “do ut des” en el que el Notario da dinero (en forma de contratación de depósitos, participación en sociedades o fondos de inversión, etc) y a cambio recibe, además de los rendimientos propios del producto financiero en cuestión, clientes para su notaria. El cliente, consumidor, se convierte de este modo en medio y deja de ser fin. Es una mercancía intercambiable.
También hay en esos acuerdos otro intercambio de prestaciones, un “do ut facias”. El Banco da clientes y el Notario se compromete a actuar de un modo determinado. Un hacer de carácter negativo, consistente en no desarrollar completa y plenamente su función. “Celeridad y eficiencia” lo llamarán, pero en realidad será “hacer la vista gorda” y “no causar problemas”.
Frente a esto, no cabe duda de que es precisa una acción preventiva y represiva por parte de los encargados de imponer la disciplina. Citas el artículo 40 del RD 6/2000, que alude a la disciplina de las Entidades de Crédito y por lo tanto a la sanción que a éstas podría imponerse por la infracción de los derecho del consumidor bancario que en el mismo se refieren. Lejos queda del poder de los Colegios y del Consejo imponer sanciones a las entidades de crédito. Pero si pueden sancionar a los notarios, y perseguir las conductas reprobables de éstos. Y en la Ley 14/2000, artículo 43, en el que se establece la tipificación de las infracciones en que pueden incurrir los Notarios en el ejercicio de su profesión encontramos una norma muy interesante.
Así, según el mismo artículo, apartado Dos. B.c), resulta que constituyen infracción grave:
Las conductas que impidan prestar con imparcialidad, dedicación y objetividad las obligaciones de asistencia, asesoramiento y control de legalidad que la vigente legislación atribuye a los Notarios o que pongan en peligro los deberes de honradez e independencia necesarios para el ejercicio público de su función.
“Que pongan en peligro los deberes de honradez e independencia”. ¡Sólo ponerse en ocasión de pecar ya es pecado!. ¿En qué situación se halla el Notario que llega a tal tipo de acuerdos con las entidades?. Es decir, sólo la existencia de estos acuerdos o convenios, por poner en duda la independencia e imparcialidad del Notario, debiera ser sancionable, aun cuando no exista dejación de funciones.
No es pues imposible luchar contra esta situación, no están inermes los órganos encargados de imponer la disciplina.
13 agosto, 2014 - 14:53
Normas existen además de la que citáis, como la contenida en el artículo 348 f del Reglamento Notarial, relativa a la consideración de falta muy grave el incumplimiento de la normativa sobre incompatibilidades; sin embargo, el notario próximo a la jubilación nuevamente reconvendría con un amplio exordio acerca la inutilidad de tramitar expedientes disciplinarios y las dificultades de su tramitación, para concluir que, en última instancia, los tribunales suelen acabar dando la razón al infractor, como se colige de ciertas sentencias que causan el pasmo y sonrojo del colectivo, de manera se va apoderando de todos los presentes una suerte de fatalismo que lleva a algunos, en su fuero interno, a desear no saber nada y dejar de acudir a reuniones donde no hace más que recibir malas noticias.
Espero que iniciativas como la vuestra sirvan para despertar la conciencia del colectivo: no puede haber lugar para la resignación, hay que afrontar con valentía, en aquellos casos en que existe vía legal, las distorsiones que una minoría causa al sistema en agravio de una mayoría de compañeros, pues el silencio y la inacción de los órganos competentes no son otra cosa que coartada cómplice de la mala praxis.
13 agosto, 2014 - 21:02
El problema que plantean las malas prácticas en la competencia entre notarios es uno de los más graves que el notariado tiene hoy planteados, por la intensidad que ha alcanzado y, como señala Luis, por la cierta legitimación que han adquirido, debido todo ello a las prácticas de unas entidades financieras que hace mucho que dejaron de ser meras empresas, y un Gobierno y un Banco de España que tienen otras preocupaciones que la deontología notarial (que además tan incómoda puede resultar para aquellas) y que cuando se acuerdan del tema es precisamente para echar más gasolina al fuego con medidas liberalizadoras que potencian esa competencia. Y a ello se añade la actitud contemporizadora (por no decir claudicante) de nuestros representantes corporativos sobre la cuestión.
Por cierto, Jesús, el exordio acerca de la dificultad de los expedientes disciplinarios y su inutilidad última no se privan de hacerlo directamente los decanos y sus acólitos. El senecto y respetado notario remata el tema con una frase del tipo de «aquí todos somos compañeros» y «yo de un compañero siempre presumo rectitud de conducta». Y frente a ello, deberíamos tener bien claro que una cosa es aprobar la misma oposición y otra distinta ser compañeros.
No restemos importancia a estas prácticas, ni las consideremos «pecados veniales», como también he llegado a escuchar. Esas ovejas negras que tenemos dentro de nuestro colectivo son un verdadero cáncer para el notariado. Cuando las cancelaciones se convirtieron en documentos sin cuantía tuvimos que escuchar que era muy difícil defender las cancelaciones ante la Administración con los «cancelators» de diversos tamaños (y no sólo el famoso de Madrid) que tenemos sueltos por ahí, y que bastante era que hubiéramos mantenido la competencia y siguiera siendo precisa la escritura; y cuando saltó el tema de las cláusulas suelo que a los clientes no les habían sido leídas (y que ha llevado a la denigrante «expresión manuscrita» a incluir en las hipotecas que la contienen) tuvimos que soportar que nos restregaran por la cara los ejemplos de notarías en que se firmaban números desorbitados de hipotecas por día, en los que todo eso del asesoramiento imparcial y equilibrador y la lectura explicativa sonaba a sarcasmo.
La cuestión de estas malas practicas de determinados notarios, y la de la actitud al respecto de nuestras autoridades corporativas y la insuficiencia de los actuales mecanismos disciplinarios, ocuparon un lugar destacado en las Jornadas de Málaga, y lo tendrán también sin duda en el próximo Congreso. Porque se trata de cuestiones clave con las que el notariado se está jugando ya su razón de ser.
14 agosto, 2014 - 01:41
En cuanto a la pregunta que formula José María, que podemos hacer con algún realismo los notarios ante la actual situación, habría que distinguir entre los diecisiete decanos y el resto de notarios (los notarios de a pie, o de base, o como se los quiera llamar). Dentro de éstos hay que distinguir a su vez cuatro tipos de notarios:
– Los que consideran que corporativamente nos va bien (que alguno habrá, porque como decía el Guerra, hay gente pa to’). De estos sólo cabe esperar que se congratulen de la buena marcha de nuestros asuntos.
– Los que entienden que las cosas van mal, pero que todos los reveses que sufrimos realmente son por causa de fuerza mayor, y como no se puede luchar contra los elementos sólo cabe la resignación.
– Los que entienden que las cosas van mal y que algo tendrá que ver el que sigamos manteniendo la misma estrategia desde hace quince años sin ninguna variación, sean cuales sean los resultados; o nuestra actual estructura corporativa; o los personalismos y constantes enfrentamientos de nuestros decanos; pero que no quieren líos y optan por callarse. En este grupo cabe incluir a los que dicen que hay que ser críticos, pero con prudencia, reserva, moderación etc.; porque una crítica que de tan mesurada y tan discreta no es escuchada ni tiene efecto, no es una crítica, es un autoengaño.
– Y finalmente están los que ven que las cosas van mal y no por causas inevitables; y sin caer en la medrosidad o en el autoengaño de los anteriores, y sin haber caído ya tampoco en la desesperación o el fatalismo, se preguntan que es lo que, siendo realistas, pueden hacer.
Pues bien, lo que pueden hacer es por de pronto reclamar, apoyar y participar en el Congreso previsto para este otoño, en el que todos los notarios podamos debatir sobre el sistema de elección de nuestros representantes corporativos, la naturaleza de nuestra función, las prácticas indebidas en la competencia entre notarios o las estrategias que el notariado ha de seguir en el futuro.
Y en cuanto a nuestros decanos, lo mejor que podrían hacer es sacudirse el «síndrome de Martínez Campos» que les atenaza y comenzar a actuar con responsabilidad. Ello sería sin duda la manera más fácil de empezar a enderezar la actual situación en la medida de nuestras posibilidades. Pero no parece probable que vaya a ocurrir así. Porque, al igual que ocurre en el plano nacional, los notarios nos hemos dotado de una casta política demasiado implicada en el actual estado de cosas como para que la solución al mismo venga de ella. Al menos, no por las buenas.
14 agosto, 2014 - 17:06
Perdonad que vuelva a intervenir para echar un jarro de agua fría, pero que pasa si el Consejo no asume la celebración del Congreso? Cómo vais a hacer para que el Congreso no acabe siendo unas segundas jornadas de Málaga? Que aportaría de más el Congreso si se convoca al margen del Consejo? Y que pasa si entonces, como es previsible, no acuden al Congreso que convoquéis todos esos notarios de la clasificación de Fernando que se congratulan, se resignan, se amedrentan y se autoengañan? Los Decanos, además de esgrimir su legitimación democrática (que la tienen, por raquítica que sea), pretenderían que la mayoría silenciosa ausente está con ellos y que sabiamente, no ha hecho caso de las llamadas de agitadores y temerarios.
14 agosto, 2014 - 19:10
Pues por mucho que sea el signo de los tiempos, los registradores se están defendiendo bastante mejor que nosotros. Y eso que respecto de ellos las tres palabras del legislador son mucho más factibles. Ya sabemos que ahora manda quien manda, pero no hace mucho la Dirección General y el Ministerio nos eran favorables y el Gobierno anunciaba una hoja de ruta para reformar nuestro sistema de seguridad jurídica de la que nuestros representantes esperaban mucho. Y es que no deberíamos olvidar que los registradores eligen directamente a su Presidente. Y que cuando lo consideran necesario, saben plantarle cara a la Administración. Lo hicieron con el juicio de suficiencia de los poderes, y se salieron con la suya, y sigue habiendo que hacer una reseña que ellos califican. Llevan años oponiéndose al acceso directo a los libros del Registro, Y NO PASA NADA (si se tratara de nosotros, nuestros representantes nos estarían diciendo al minuto siguiente que «cómo funcionarios públicos que somos tenemos que cumplir escrupulosamente la legalidad»). Y el año pasado celebraron un congreso nacional en el que prevaleció la posición contraria a la del Ministro, el Director General y el Presidente de su Colegio Nacional, que dimitió en consecuencia. Los notarios deberíamos tomar buena nota de todo ello y dejarnos de una vez de miedos y cobardías, aunque sólo sea porque CADA VEZ TENEMOS MENOS QUE PERDER.
14 agosto, 2014 - 20:20
Escéptico:
Si el Congreso fuese Malaga II, desde cierto punto de vista, ya sería un éxito, pues no hay que olvidar que las Jornadas de Málaga, sin apoyo «oficial» y sin infraestructura, tuvieron un éxito de crítica y público que para si quisieran los congresos organizados por el Consejo con ocasión del 150 aniversario de la Ley del Notariado, como más de un Decano ha reconocido abiertamente.
En cualquier caso, ha de haber forzosamente diferencias entre el Congreso y las Jornadas, en cuanto a contenido y objetivos.Las Jornadas pretendían, y así lo consiguieron, poner sobre la mesa los problemas más importantes que nos acucian en el plano interno, no habiéndose tratado con igual profundidad los externos, las amenazas exteriores que se ciernen sobre nuestro futuro. Y creo que fue correcto el enfoque porque lo primero que debemos hacer es repensarnos, ubicarnos a nosotros mismos en la sociedad y depurar los defectos que presenta así la organización corporativa como el ejercicio mismo de la función. Con las ideas claras, será el momento de plantear una defensa articulada de la concepción que de nosotros mismos y de nuestra actividad hayamos definido. Pero así como las Jornadas se limitaron a apuntar esos problemas, a encender la mecha del debate, un Congreso debería abordar los mismos temas (y algunos otros)con mayor profundidad, proponiendo ya soluciones concretas.
El Congreso o Asamblea, como órgano, no existen en el Notariado. La asunción de sus conclusiones queda pues al arbitrio de los órganos corporativos legalmente establecidos. Lógicamente, como señalas, un Congreso no convocado por el Consejo tendrá menos posibilidades de ser atendido por éste que uno oficialmente convocado. Aunque un congreso convocado «desde la base», si obtuviese un respaldo significativo, sería una fuerza ante la que el Consejo, aunque quisiera difícilmente podría resistirse. Por tanto, un Congreso convocado al margen del Consejo, podría tener gran fuerza si cuenta con una participación muy numerosa. No hace ni un año, un manifiesto consiguió en pocos días la nada desdeñable cifra de 1200 adhesiones. Así que cualquier cosa es posible.
Pero en todo caso, el Congreso no va a ser una solución mágica. No nos levantaremos al día siguiente con un nuevo notariado. Al día siguiente lo que habrá será un programa que puede ser asumido o no por el Consejo. Pero que estará ahí. Y ha de servir de base para activar la movilización en las elecciones que se celebrarán en 2016. Es fácil suponer que el debate en esas elecciones girará en torno a las conclusiones del Congreso, y quien se postule tendrá que manifestar si está o no con esas conclusiones, que, eso es seguro, habrán obtenido un respaldo significativo.
Desde algunos sectores (véase el comunicado de Futuro Notarial) se ha venido interpretando la propuesta de Congreso como una suerte de «golpe de estado». Esa interpretación es equivocada. Ni sus promotores ni este blog pretenden subvertir el orden establecido, y como no puede ser de otra manera, somos respetuosos con los procedimientos, aunque sea para cambiarlos después. Si las conclusiones del Congreso no son asumidas, o aunque lo fuesen, lo cierto es que el Congreso, aun convocado y celebrado sin el apoyo del Consejo, tendrá el valor de fijar y canalizar las aspiraciones de una parte, esperemos que importante, del Cuerpo, que se harán valer por los procedimientos establecidos.
Y si, ante un Congreso no convocado oficialmente, se limitan lo dirigentes actuales a apelar a la mayoría silenciosa, pues qué le vamos a hacer. Se equivocarán, y nos harán perder un tiempo precioso. Pero en 2016 se les examinará por ello, y el juicio será inapelable.
Agosteño, da en el clavo. El ejemplo de los registradores es el que ha de guiarnos. Pues demuestra que la unión del cuerpo, y no sólo de los dirigentes ( y ni ésta tenemos nosotros) es una fuerza suficiente para oponerse a las presiones externas. El cuerpo hermano se unió contra quienes querían centrifugar su función, y de momento han parado el golpe. Ellos funcionan sin complejos y sin miedos, como dices, y su plaza es mucho más difícil de defender (funcionan en cerrado monopolio, duplican parte de nuestra función, etcétera). Si ellos no tienen miedo, menos aún debemos tener nosotros. Nuestra función es absolutamente necesaria e insustituible, y ha de serlo más en estos tiempos en los que se ha hecho palmario que el hombre-consumidor es un ser vulnerable y desprotegido, y que le Estado debe articular mecanismos más sólidos para su protección si quiere que la sociedad funcione de una manera justa y pacífica. Tenemos que ser capaces de hacer ver esto, de hacer patente el inmenso valor que la función notarial tiene en este ámbito. Por eso urge el Congreso, para poner negro sobre blanco lo que sabemos que somos y queremos ser. Y a partir de ahí empujar y empujar. ¿Colaboración con la Administración?.Claro que sí. Faltaría más. Pero no sólo. Al Estado también le interesa nuestra labor reequilibradora y correctora de asimetrías. Sabemos, cierto es, que hay puntos negros, manzanas podridas, llámalos como quieras. Por eso nuevamente es precisa una reforma en el ámbito de la disciplina y la ética profesional. No podemos ir a vender nuestro producto sin depurarlo antes. Y eso lo tenemos que hacer entre todos. y la vía es un congreso abierto, participativo, con cuyas conclusiones podamos identificarnos todos ( o casi todos)
15 agosto, 2014 - 21:16
Si llegamos al 2016 sin un sistema de elección directa del Presidente y las elecciones de Decanos son de nuevo al estilo habitual, apaga y vámonos. Colegios con cuarenta colegiados, o con veintidós, en que casi cuesta ya reunir el número de miembros necesarios para integrar una Junta Directiva. Mayoría de Colegios con candidatura única. Porcentajes de abstención que superan el cincuenta por ciento, e incluso llegan al ochenta. Programas llenos de vaguedades como «firme defensa de la función» o «puesta en valor de la escritura»‘ y de compromisos de «impulsar» la democratización y la transparencia (que por supuesto se incumplirán una vez más). Y en los pocos casos en que hay más de un candidato, votas al que te dice tu preparador, ese respetado notario próximo a la jubilación. O votas al Decano que se presenta a la reelección, porque el año pasado, cuando un cliente te puso esa queja en el Colegio, te echó un cable y el asunto acabo bien, y le debes una. O el Decano te ha llamado en persona para que le apoyes y siempre te puede buscar las cosquillas por un quítame allá esa minutación o ese envío de índices con retraso. Y como notario que es, tendrá tanto interés como el que más en hacer lo mejor para el notariado y en que esto siga adelante ¡Si hasta tiene un hijo/a que esta preparando notarías! Y sobre todo, ¿para qué te vas a complicar esa vida tan cómoda que llevas, con tus partiditas de golf por las tardes?
17 agosto, 2014 - 15:21
En el caso de esta Fiesta Familiar, Congreso, no podemos olvidar a nuestros queridos abuelos Mutualidad Notarial, ni al administrador de la Familia de estos últimos cuarenta años nuestro amado Administrador de la Democracia Notarial 1975-2014, a presentar cuentas. Deben estar todos, que no falte nadie. Si hay ausencias, la reunión no será igual
En cuanto a Ancert, es cierto, ¿quiénes son los miembros de Ancert, los nombres y apellidos?, ¿quién los ha elegido, los mismos Notarios en votación secreta?, ¿parece a los Notarios correcta su política?, ¿es comprensible este requerimiento ansioso del Índice Único, cuando los Notarios son redactores de documentos?, ¿podemos cambiar los dirigentes de Ancert y su forma de entender el índice? ¿y la multa de 60.000 euros por falta de formación de los Notarios, cuál es la opinión del colectivo sobre este asunto?