Sobre nuestro blog
Hay una vieja frase según la cual el notariado se fastidió el día que el primer libro de formularios entró en un despacho notarial. Sin duda ha llovido mucho desde entonces, y otras muchas cosas han entrado en nuestras oficinas, desde la contratación en masa con sus grandes operadores y sus clausulados generales hasta los servidores centinela de ANCERT y los Indices Unicos.
Los ancianos de la tribu, jubilados o a punto de jubilarse, acostumbran a decir que esta profesión siempre está a punto de acabarse, pero nunca se acaba; recuerdan aquel día del año 1977 en que los convocaron con urgencia porque salía ya la norma que aprobaba nuestra funcionarización, y al final ya veis, no ocurrió nada; y concluyen que debemos confiar ciegamente en la fortaleza y en la continuidad de nuestra secular función. Sin embargo, todos convendremos en que los últimos tiempos están resultando especialmente aciagos para el notariado, y que la píldora del optimismo cada vez es más difícil de tragar.
Por un lado, una crisis económica de una profundidad y extensión desconocidas desde hace varias décadas ha hecho mella en todos nosotros; y a ella debemos hacer frente con un arancel que lleva veinticinco años sin actualizarse y con el incremento de nuestro gasto que conlleva nuestra costosísima estructura tecnológica, establecida a mayor gloria de nuestra colaboración con las Administraciones Públicas.
Otro efecto de la crisis ha sido el de exacerbar las prácticas de las entidades financieras de concentración de firmas en determinados despachos notariales, pese al pronunciado descenso del volumen de contratación inmobiliaria y crediticia, porque estas entidades han pasado a controlar o a asumir directamente un muy importante volumen de operaciones inmobiliarias; y ello con la correlativa intensificación del daño que estas prácticas suponen para el prestigio y la dimensión social de la función notarial. La creciente polémica generada en torno a las cláusulas suelo y en general a la protección de los deudores hipotecarios es un claro indicador de todo ello.
Por otro lado, al últimamente generalizado poco apego de las autoridades a nuestra función, al amparo de una pretendida necesidad de liberalizar la economía (a la que la única respuesta de nuestros representantes corporativos consiste desde hace quince años en entregarnos a una colaboración obsequiosa y acrítica con la Administración, vista como la justificación última de nuestra subsistencia) se une ahora un ataque directo a ella desde otro punto de vista: la toma de nuestro “regulador”, la Dirección General de los Registros y del Notariado, por el estamento registral o, para ser más justos y exactos, por una parte muy determinada de ese cuerpo, que amenaza a través de sucesivos proyectos, con devaluar lo que es nuestra esencia, la escritura pública, para reforzar la inscripción, en lo que para cualquier mirada desapasionada debería constituir un uso inadecuado, por no decir otra cosa, del poder.
Y a todo ello se añade finalmente una estructura corporativa que en los últimos años ha demostrado palmariamente su ineficacia para hacer frente a todos los retos que tenemos planteados. La falta de representatividad en el Consejo General del Notariado, la ausencia de medios de control o censura de su actuación y la falta de transparencia han conducido a una mala planificación de los intereses del notariado y a un gasto excesivo por parte de un órgano disfuncional e inestable, en que priman las intrigas y los personalismos, como demuestran las sucesivas crisis y vaivenes en la Presidencia del mismo en los últimos años.
Pero, evidentemente, que nosotros u otras muchas corporaciones o sectores tengan problemas no es una novedad. La razón de este blog no es que haya problemas y contratiempos, muchos de ellos inevitables, sino el saber qué podemos hacer para solucionarlos o, al menos, paliarlos.
Este blog quiere servir de marco para ese debate que cada vez reclama un mayor número de compañeros sobre lo que es y lo que ha de ser el notariado, y sobre la mejor manera de trasladarlo a la sociedad y de hacerlo valer, en la medida de lo posible, frente a los poderes públicos; un debate sobre esa inaplazable puesta al día de la profesión, en un momento en que nuestra función está amenazada por varios frentes y sufre algunos síntomas de inadaptación a una realidad extremadamente volátil.
Estimamos que es conveniente que los notarios asumamos nuestro propio destino, en la medida de lo posible. Y una medida posible es hablar las cosas, abiertamente y sin tapujos. Las llamadas a la discreción y a la prudencia, que tantas veces se nos han dirigido desde nuestros órganos corporativos, a menudo no vienen a ser sino la coartada para continuar con el silencio y la opacidad; el famoso “los trapos sucios se lavan en casa”, tan sólo ha servido hasta ahora para que los trapos sigan sin lavar. Frente a ello, consideramos que la mejor manera de defender, fortalecer y mejorar la institución notarial es debatir, sin reservas ni sectarismos, sobre los retos y problemas que tiene planteados.
Por otra parte, vivimos en una sociedad democrática y abierta, y ninguna función pública o privada de cuyo ejercicio resulten efectos para los ciudadanos ha de cerrarse a éstos. Los ciudadanos tienen derecho a saber y tienen derecho a exigir del Notariado, como de cualquier otra institución, comportamientos y tomas de posición. Así, este blog también quiere servir para dar a conocer a quien a él acceda lo que los notarios somos, sentimos y pensamos, más allá de consultorios notariales, trípticos, folletos y demás mensajes enlatados reiteradamente circulados por nuestros órganos corporativos; quiere ser expresión de un notariado vivo y preocupado por los problemas de su tiempo y por la respuesta que puede y debe darles.